Vengo de una familia numerosa. Soy la menor de 9 hermanos, es decir que en mi casa la infertilidad era una palabra que no se usaba porque no había necesidad. Todos mis hermanos y hermanas han tenido hijos/as sin problemas, todos de forma natural a los tres o cuatro meses de la búsqueda. Total, que yo confiaba plenamente en mi fertilidad y creía que en tres o cuatro meses ya iba a poder anunciar la buena nueva. Pero....
A veces hay que recordar que tú no eres el único factor de esta ecuación de dos para que salgan tres. Así que Marido, como rebautizaré a "chico con humor extraño", a pesar de estar dispuesto a darme lo que más quería, no podía. Tras un año de intentos, de test negativos, de coitos en días señalados aunque fuera lo que menos me apeteciera y de empezar a contabilizar mis síntomas "imaginarios" empecé a mosquearme. Algo falla.
Claro, lo primero es que analicen a tu factor masculino, siempre es más fácil y menos costoso para la Seguridad Social, así me lo dijo mi médico de cabecera. Y así fue como Marido tuvo que hacerse su primer espermiograma. Ufff, muy muy flojo. El chasco que nos llevamos fue brutal, ni por asomo habíamos pensado en él como variante errónea, en mi cabeza había empezado a rondar que estaría en mí el problema. Mi médico nos dijo que con menos había visto embarazos naturales, así que nos animó a continuar. Pero mi insistencia le obligó a enviarle pruebas a Marido.
Marido odia los médicos, odia tener que dejar su semilla en botecitos acurrucado en la oscuridad de un baño. Pero se dejó hacer. Todo por mí, por los dos, o por los tres deseados.
Marido estaba en paro y justo cuando le tocaban las pruebas empezó a trabajar, así que tuvimos que hacer parón hasta nueva orden. Tras unos meses volvimos a la carga, y pudimos ver al urólogo que le recetó más pruebas y otro espermiograma con resultados igual de negativos. Faltaba una ecografía para ver si tenía varicocela o algo así, una variz en los testículos que puede impedir el flujo normal de los bichitos. Y de nuevo le salió trabajo y de nuevo parón.
Ya no aguantaba más y vi en internet, en una clínica privada un estudio de infertilidad en la pareja. Como a mí no se había dignado nada más que hacerme una citología, estaba intrigada por ver si también había factor erróneo en mí. Así que convencí a Marido para ir a hacerlo. Y los resultados fueron iguales, desastrosos. Cuando el ginecólogo me dijo que la única solución con esos niveles era Fecundación In Vitro pero más espectacular todavía con la microinyección espermática, es decir la ICSI, se me cayó literalmente el alma a los pies.
No podía creer que mi sueño se redujese a una única posibilidad, a una única manera de ser madre, tan aséptica y poco natural.
Y tras el batacazo vinieron las ganas de probar suerte, de intentarlo, de agotar la única posibilidad.
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